Posted by LiderARTE | Posted in Grandes Ejemplos | Posted on 19:17
Ronald Wilson Reagan (6 de febrero de 1911 - 5 de junio de 2004) fue el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos (1981-1989) y el trigésimo tercer gobernador del estado de California (1967-1975).
Dotado de una personalidad magnética, llevó una vida de novela que lo llevó de un pequeño y oscuro pueblo norteamericano a los deslumbrantes estudios de Hollywood y luego al poder y el prestigio de la Casa Blanca.
Según uno de sus biógrafos, John Patrick Diggins, Reagan mantenía una creencia "emersoniana" en cuanto a la confianza personal y poseía una fe optimista en la bondad de las personas. La madre de Reagan pertenecía la Iglesia de los Discípulos de Cristo (Disciples of Christ) quienes mantenían un punto de vista optimista respecto a la naturaleza humana, las responsabilidades personales, la sobriedad y la tolerancia cristiana. Reagan recordaba en su autobiografía: "mi madre siempre nos enseñó: «Trata a tu vecino como te gustaría que tu vecino te tratase a ti,' y 'Juzga a todo el mundo por cómo actúan, no por lo que son.»". Le espantaba la discriminación, y decía "Mis padres constantemente me explicaban la importancia de juzgar a las personas como «individuos»." "Todo individuo es único, pero todos queremos libertad, paz, amor y seguridad, un buen hogar, y una oportunidad de poder alabar a Dios a nuestra propia manera; todos queremos la posibilidad de adelantarnos y lograr que nuestros hijos tengan una mejor vida que la nuestra," Reagan escribió en An American Life. Estas convicciones sobre la responsabilidad personal y la bondad de las personas guiaron la presidencia de Reagan.
Aunque entró tarde en la política, el éxito de Reagan se derivó de una combinación de férreas convicciones y un monumental encanto personal.
Reagan defendía principios firmes y claros: libertad individual, gobierno pequeño, libre mercado, bajos impuestos, anticomunismo y fortaleza militar. Presentaba estas ideas con tal patriótica sinceridad que hasta sus críticos lo respetaban y lo admiraban.
Lo llamaban El Gran Comunicador, y lo era. Su estilo sereno y relajado y su voz cálida, ligeramente ronca, conquistaban la confianza del público. Su mensaje llegaba al corazón y al intelecto de millones de norteamericanos.
''Nunca creí que fueran mi estilo o las palabras que usaba lo importante'', dijo Reagan en su discurso de despedida en 1988. ``Era el contenido. Yo no era un gran comunicador pero comunicaba grandes cosas, y ellas no salían de mi intelecto sino del corazón de una gran nación, de nuestra experiencia, de nuestra sabiduría colectiva, y de nuestra fe en los principios que nos han guiado desde hace doscientos años".
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